Yogurt fit, ropa fit, gimnasio fit, entrenadora fit, desayuno fit, batido fit, tostadas fit, vida fit; todo fit. Esta es, sin duda, la última palabra favorita de las gerencias de mercadeo en la región. Cualquier producto o servicio que quieran vender con imagen de bienestar, tiene que llevar ese famoso descriptivo. ¿De qué otra manera el consumidor sabrá que el artículo en cuestión realmente es “fit”?
Definiciones
Primero, debemos reconocer que la palabra “fit” no está en el diccionario de la Real Academia Española. Es un anglicismo y debemos acudir a la definición original en ese idioma.
Los primeros cinco resultados del diccionario de Cambridge para la palabra “fit” son las siguientes, en este mismo orden:
- Verbo: ser del tamaño o forma adecuada para alguien o algo.
- Verbo: proveer algo y colocarlo en la posición correcta.
- Adjetivo: Sano(a) y fuerte, usualmente como resultado de ejercicio o trabajo físico.
- Sustantivo: ataque repentino de movimientos descontrolados.
- Adjetivo: física o sexualmente atractivo(a).
La lista continúa, pero con esto basta para demostrar que ese término tiene muchos significados y se puede utilizar como verbo, adjetivo o sustantivo.
El uso desmesurado de este vocablo en nuestra sociedad hispanoparlante pretende reflejar el significado de los adjetivos solamente. Fit, siendo el adjetivo descriptivo de salud y fuerza, es una abreviación del inglés fitness, que significa según el diccionario de Oxford: “La condición de tener salud y bienestar físico”. Cabe destacar que es un adjetivo que describe una condición fisiológica humana.
Partiendo de esta definición, rápidamente nos damos cuenta que atribuirle a un alimento una condición humana es incorrecto. Si una galleta puede ser fit, entonces también podría ser feliz, triste, anémica, radiante, obesa, o cualquier otro atributo humano que se nos ocurra.
Un refresco no puede ser enfermizo, y no puede ser fit tampoco. Asignarle este adjetivo libremente a cualquier producto (además de ser un error semántico) debería estar controlado por la entidad reguladora correspondiente. Muchas personas toman sus decisiones de consumo basadas únicamente en la información que perciben en la portada de la etiqueta sin leer la lista de ingredientes. Este comportamiento delata el riesgo flagrante de tildar cualquier producto de fit.
No existe un alimento “fit”
Una comida es nutritiva, o carente de nutrientes. Puede ser calórica, o baja en calorías. Puede aportar mucha o poca grasa, carbos o prote, pero no puede ser “fit”. La persona que consume un producto puede estar “fit”, pero no lo será solamente por elegir un producto con esa expresión en el empaque.
Debemos revisar la lista de ingredientes de cualquier producto, especialmente los que se autoproclaman fit. No podemos concluir nada acerca del valor nutricional de un producto solo porque la etiqueta usa esta jerga.
Cuando resuena el autobombo fit, suele ser poco nutritivo el alimento en cuestión. Los productos más “fit” son los que no tienen empaque de ningún tipo: los que venden agricultores y que no necesitan trucos de mercadeo para promocionarse.
Vayamos a la feria, consumamos más vegetales, frutas, granos, y legumbres. Prefiramos siempre alimentos frescos e integrales sobre los empacados/procesados. Usemos suplementos de apoyo, para ayudarnos a lograr nuestras metas de consumo de micros y macros. Reconozcamos que ningún suplemento puede sustituir una buena alimentación, ni puede corregir los efectos degenerativos de una dieta basada en ultraprocesados.
La salud (entiéndase vida fit) no viene embotellado. No se puede comprar en el supermercado ni se puede heredar. Tampoco podemos obtenerlo de un día para otro. El bienestar se cosecha con el tiempo mediante la constancia de movimiento físico diario y alimentación consciente. Deberíamos aspirar a ser fit, en lugar de comprar productos que pretenden serlo.